En el Parque Nacional Etosha, en Namibia, los elefantes aparecen como figuras fantasmales, con la piel cubierta por un brillo blanco de arcilla y arena de calcita.
Estas sorprendentes criaturas, conocidas como los “grandes fantasmas blancos” de la sabana, logran su apariencia espectral al bañarse en el barro y el agua característicos de la región para escapar del calor abrasador.
A medida que el barro se seca, un residuo pálido de calcita y arcilla permanece sobre su piel correosa, lo que les da su aspecto inquietantemente único.
El espectáculo fue captado el pasado mes de septiembre por Felix Reinders, un ingeniero industrial sudafricano de 30 años, que visitó el abrevadero Nebrownii en el parque.
“Los grandes elefantes machos de Etosha llegan de todas las direcciones y pasan las tardes bañándose, casi como si estuvieran en una reunión social en un bar”, explicó Reinders. “Se quedan parados muy juntos o se rocían agua unos a otros, disfrutando del momento”.
El nombre “Etosha” se traduce como “gran lugar blanco”, en referencia a la enorme salina que forma la pieza central del parque.
Este ambiente árido impulsa a los elefantes a buscar fuentes de agua donde puedan revolcarse, chapotear y cubrirse de barro para refrescarse bajo el implacable sol.
Cuando el barro se seca, su piel blanca endurecida consolida su reputación como los gigantes fantasmales de Etosha. “Algunos elefantes incluso duermen junto al abrevadero”, añadió Reinders.
“Pero la paz no siempre es ininterrumpida. De vez en cuando, un rinoceronte negro local se acerca para tomar una copa, aunque a los elefantes machos no les agrada este invitado inesperado en su bar”.
Esta fascinante interacción entre la vida silvestre y el paisaje austero resalta la resiliencia y adaptabilidad de los icónicos elefantes de Namibia.